Bajo el criterio de funcionalidad proactiva el diseño arquitectónico se presenta como un espacio de flujos y conectividades donde sus áreas se entrelazan creando una narrativa del lugar que promete una experiencia de productividad, aprendizaje, proximidad y entorno social para la generación y comunicación de ideas, gestión de proyectos, colaboración y retroalimentación, características que se enmarcan en el contexto de su usabilidad siendo su configuración espacial una herramienta más para la proyección de procesos creativos con múltiples posibilidades de acción que se ejecutan en un medio confortable.
Su arquitectura destaca cada zona según función y su relación con el conjunto. La circulaciones dinamizan el proyecto arquitectónico a través de espacios de permanencia y/o transición y campos perspectivos. Ciertas áreas se proyectan como “vitrinas” semitransparentes de acuerdo a la actividad a desarrollar ampliando e integrando el campo visual. Su diseño interior contempla una serie de estructuras comunicativas, la paleta de colores, el branding vinculante, los revestimientos, la iluminación, el mobiliario que recorre el proyecto y la implementación de señalética actúan como conectores los cuales no solo aportan identidad sino que reflejan la flexibilidad, fluidez y elocuencia del espacio que invita a la generación de prácticas participativas,
innovadoras y coordinadas por parte de sus usuarios.